Al principio de los treinta
Ni con la influenza del 2009 recuerdo tanto pánico y a su vez una ciudad, como la Ciudad de México vacía desde su “corazón”, el centro histórico blindado, calles que llevan hasta el Zócalo cerradas y negocios, donde se mueve parte de la economía de la capital y del país, creo, cerrados y, sobre todo, con la incertidumbre del si es un fin o solo la espera.
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Hablar de “cuarentena” o de un confinamiento en casa no es algo fácil para la población, desafortunadamente muchos por la necesidad de trabajar o vivir con el día a día con sus salarios les es imposible cumplir con el mensaje que da la Secretaria de Salud y las redes sociales con su “hashtag” #QuédateEnCasa. No busco castigar ni mucho menos recriminar a quienes por esa necesidad de vivir al día no lo pueden hacer. Reflexiono mientras recorro avenida Reforma mientras observo a un voceador de periódicos.
Y es que con todo esto, estar en casa es algo difícil psicológicamente para algunos, ero siendo positivos hay personas que les cayó de bueno el “home office” ya que tienen la posibilidad de estar con su familia y eso sí, con un sueldo asegurado mientras pasa la cuarentena.
Pero hablar del “Quedarse en casa” es también caer en el ocio en cierto momento, en encerrarse en la televisión y ver los fastidiosos noticieros informativos que, en mucho de los casos no tienen nada de información y con “opiniones” de expertos en la salud e información maquillada crean un pánico en la sociedad, no solo eso, una división también la crea entre quienes son “Chairos y fifís”. Y bueno, los mensajes que no tienen nada de informativo de “las tías de Whatsapp” y creando el ciclo de pánico entre la familia y vecinos.
Exacto, porque es tanta la información que se comparte de un Covid que es castigo de Dios para que nos arrepintamos de nuestros pecados y que Dios nuestro señor nos salvara seguido de tantas sandeces que comparte la gente en esta red social. Lo grave es que ni se informa mucho y se dice poco de verdad al grado que la ignorancia de muchos ha provocado que se agreda al personal médico o quemen hospitales para evitar ser contagiados cuando realmente, al estar fuera de casa y hacer reuniones masivas para tales actos los expone a ser contagiados.
El "no pasa nada" del barrio
Desde que se decretó la suspensión de clases por la Secretaria de Educación Pública en donde vivo actualmente me he encontrado con niños jugando en las calles, negocios abiertos y reuniones y bailes con música norteña como si nada pasara, gente en las mañanas haciendo ejercicio sin ningún cubrebocas y haciendo sus actividades normales, tianguis de las zonas abaratados de gente y sin “susana Distancia” aún acechas de que aquí tienen un hospital que atenderá a personas por el Covid.
Hasta cierto punto entiendo que los pequeños comercios como las tiendas, lavanderías, tintorerías, fondas económicas, transporte, tianguis u otros comercios de este estilo no puedan cerrar pues de eso sobreviven, sus gastos dependen o han dependido de sus negocios de toda la vida y en este confinamiento o bajan la cortina o las ventas disminuyen bastante y claro, esto afecta y hasta ahí puedo entenderlo, pero escuchar a los vecinos que eso no existe y que son inventos del gobierno son demasiado incoherentes.
Sí, el Centro de la ciudad está cerrado, pero aquí en la periferia de la ciudad la gente anda como si nada, es esa gente que le tiene más miedo a que se vuelvan homosexuales que al virus que hoy ha rebasado con vidas humanas, ojo, no pretendo insultar a la comunidad homosexual, pero en el transporte un chavo exclama a su acompañante: Prefiero contagiarme a que me vuelva puto.” No se que pase en su cabeza, pero la ignorancia y el odio no son buen acompañante en su mente.
Echar la caguama, armar la reta o sacar al santo patrón de la iglesia para que nos cure de todo mal no son, en mi opinión, una buena medida de sanidad para erradicar el mal, no malinterpreten, cada quien sus creencias, pero creo que si algo podemos hacer es estar en casa rezando sin la necesidad de pasear al santo y aún más cuando sus seguidores son personas mayores de edad, las chelas y la cascarita pueden esperar.
Duro pero seguro
Resistir al miedo es algo que como seres humanos que vivimos un hecho histórico como esta pandemia es lo que tenemos que afrentar, por lo menos como un futuro periodista que está preparándose y que plasma sus palabras en esta crónica como una forma de distracción y a la vez cumplir con un trabajo extra clase Por favor: ¡Resistamos el miedo!
Camino a mi trabajo he podido observar que la gente en el transporte público, en el caso del metro, ha disminuido considerablemente a tal grado que en un horario considerado como “hora pico” luce con poca gente como si fuera un día festivo o la última hora de servicio donde casi la gente es nula.
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Y en tantos caminos de casa al trabajo y viceversa una señora me comentó, de sorpresa, el asombro de que en su vida jamás vio el tren del metro vació y a su vez poder ir sentada en un horario donde hay mucha gente. Comenta que no pierde la esperanza de salir adelante y que este momento es para reflexionar un poco de nuestro alrededor y pensar en los demás sin caer en crisis.
“A este grado tienes que explicarte que pasa con la vida, con tu corazón, con tu criterio.” Menciona después de leer un mensaje que le mando una compañera del trabajo, riéndose porque recomendaba hacer gárgaras con Pino y un poco de cloro.
No creí que una información así saliera al tema cuando existe un tema de gran seriedad porque se disputa entre la vida y la muerte, pero con esto queda claro de que las hay las hay, pero lo más triste de esto es que la ignorancia o la falta de información haga que algunas personas lo tomen como verdad.
Hasta ahora los negocios cercanos a mi hogar resisten y hacen frente a los pocos clientes que salen apoyar la economía local, a los que aun pueden pagar un corte de cabello y puede ayudar, aunque, para otros negocios las cosas no sean igual y han tenido que apretarse o apostar sus ahorros para mantener una economía en la comunidad.
“Es la gente que acarrea, digamos, una vida de frustración, de coraje frente a las omisiones de quienes abrimos con la incertidumbre de que mañana abrimos o no, como yo, que tengo mi puesto asegurado.” Menciona el peluquero de mi colonia, refiriéndose a su negocio y a sus vecinos locatarios.
En los tianguis, que son grandes en esta zona donde habito se han visto arrebatados por vecinos que han decidido no alejarse de sus hogares y hacer sus compras en la cercanía y que, por fortuna, los vendedores se han visto beneficiados, como la señora “Concita”, hierbera de oficio, con 60 años de edad.
“Nadie ha cerrado por su gusto ni porque quiere irse, estamos resistiendo a la obligación de llevar un sustento a casa” Expresa mientras acomoda su mercancía para la venta del día.
Hasta el día de hoy estas pequeñas opiniones o experiencias de estos tres personajes son unos de los tantos casos que muchas personas en nuestra ciudad, nuestro país y el mundo padecen y que, aunque las cosas se pongan duras y seguramente volveremos a salir, poco a poco regresar a nuestra vida cotidiana. Mientras tanto quédense en casa.
Por: Joaquín Pérez Badillo.
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